En ocasiones se cree que los hábitos sanos son aburridos y difíciles de practicar. Sin embargo, cuidar la salud y adquirir hábitos saludables puede resultar divertido y creativo a la vez. En realidad se disfruta cambiando a un nuevo estilo de vida más saludable porque el cuerpo reacciona positivamente ante estos cambios con el tiempo.
Bibliografía:
Además de la alimentación, existen otros siete factores naturales que resultan decisivos para la salud. Aplicarlos es muy sencillo. Hacer de ellos la base de un estilo de vida saludable es algo ameno y gratificante. Veamos cuáles son:
Alimentación
Los efectos beneficiosos de una alimentación sana se ven potenciados por otros hábitos de salud que veremos a continuación. Todos ellos forman en conjunto un formidable programa de vida sana. La alimentación es el hábito que más influye en nuestra salud. No sólo el tipo de comida, sino también el momento y la forma de tomarla, afectan a nuestro organismo. La alimentación basada en alimentos de origen vegetal está ampliamente reconocida a nivel científico para disfrutar de una buena salud.
Aire
No podemos sobrevivir más de unos minutos sin aire. El oxígeno es imprescindible para la vida, y además es necesario para que las células puedan aprovechar los nutrientes que ingerimos. Por tanto, hay que respirar, respirar profundamente, y además aire puro. Para ello, es importante mantener una postura erguida para facilitar los movimientos de la respiración. Hay que procurar que el lugar de trabajo y dormitorio estén siempre bien ventilados, y aprovechar cuando salgamos a la naturaleza a respirar aire puro.
Agua
Nuestro cuerpo está formado en un 60% de agua. Todos los órganos están compuestos de agua, incluso los huesos, y es necesaria para que funcionen adecuadamente. Necesitamos agua por fuera y por dentro. Las recomendaciones indican que debemos beber al menos 8 vasos de agua (en verano más). Beber dos vasos de agua por la mañana en ayunas, no muy fría, hará que se limpie el estómago de la mucosidad producida durante la noche. Beber uno o dos vasos más de agua antes de la comida del medio día, y otros dos por la tarde. Debemos preferir el agua antes que cualquier otra bebida. Además, el agua aplicada exteriormente es necesaria para nuestra higiene, y también ha sido utilizada durante siglos como tratamiento a través de la hidroterapia.
Sol
Es la principal fuente de energía para nuestro planeta. La luz solar resulta imprescindible para la vida y la conservación de la salud. Gracias a ella, se produce en la piel la vitamina D. La radiación ultravioleta de la luz solar actúa como desinfectante, capaz de destruir numerosos microorganismos patógenos. Además, estimula todos los procesos vitales y tonifica el organismo. Se ha comprobado que en las épocas de invierno aumenta la frecuencia de las depresiones nerviosas. Sin embargo, se ha de tomar el sol con precaución, evitando pasar largas horas expuestos al sol.
Ejercicio físico
Nuestro cuerpo es una máquina diseñada para el movimiento. Al contrario que ocurre con las máquinas, la inactividad y el sedentario producen mayor desgaste que el ejercicio. Está comprobado que las personas que realizan al menos cuatro sesiones de ejercicio físico cada semana, de cuarenta minutos como mínimo, tienen menos riesgo de infarto y de enfermedades cardiovasculares. Además, el ejercicio combate la hipertensión y la obesidad, entre otros. El mejor ejercicio es caminar, que puede ser practicado por todos.
Descanso
La mayoría de los ataques cardíacos ocurren entre las nueve y las doce de la noche, y casi siempre después de un día agitado y de tensión, a lo largo del cual se han tomado varias tazas de café para mantener el ritmo, hasta que se sobrepasa el límite de la resistencia del organismo y se produce el infarto. Necesitamos que nuestro descanso sea reparador. Cuando dormimos, las neuronas se limpian de los desechos metabólicos que han ido acumulando durante el día. Todas las células de nuestro cuerpo necesitan un periodo suficiente de descanso cada día, que debe ser regular, de siete u ocho horas como mínimo en los adultos. Pero además del descanso diario, nuestro organismo necesita otros períodos de reposo: el semanal (un día por semana, como mínimo) y el anual. Algunas veces se ha intentado cambiar la duración de la semana. En tiempos de la Revolución francesa, movidos por el afán racionalista, quisieron crear semanas de diez días. ¿Acaso no sería más lógico? Pero el invento fracasó. Hay algo en el ser humano que le hace necesitar un descanso periódico cada siete días.
Abstinencia de tóxicos
El ser humano es el único ser vivo que destruye voluntariamente su salud con sustancias tóxicas. La nocividad del café, de las bebidas alcohólicas, y sobre todo del tabaco y de las drogas, ha sido suficientemente demostrada. Si queremos mantener una mente despierta y sana, debemos evitar cualquier sustancia que altere los delicados mecanismos de nuestro cerebro. Los estimulantes artificiales (cafeína, nicotina, alcohol, cocaína, etc.) obligan a nuestro organismo a funcionar en condiciones forzadas, lo cual predispone al envejecimiento prematuro y a la enfermedad. La salud es incompatible con el uso de drogas, sean legales o ilegales.
Buena disposición mental
Es necesario adquirir el hábito de tomarse las cosas con tranquilidad, de no angustiarse, de no guardar resentimiento contra los demás o contra uno mismo, de sonreír confiado ante los problemas de la vida. Se ha comprobado que esta actitud de equilibrio mental es un factor esencial para la salud. De hecho el cáncer afecta con más frecuencia a los depresivos y malhumorados. Conseguir esa paz mental en medio de tantas tensiones y problemas no es fácil. Muchos buscan ayuda en la fe, la oración o la meditación. La confianza y la fe pueden hacer mucho para alcanzar una buena disposición mental, una paz de espíritu, que ha demostrado científicamente beneficiar tanto a la salud mental como a la salud física. La persona creyente vive con esperanza, con confianza en un ser superior y con un sentido de trascendencia.
"Elige lo mejor. El hábito pronto lo volverá agradable y fácil." Pitágoras, filósofo y matemático griego, Siglo VI a.C.
Bibliografía:
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